3/11/12

Paradigma


    De tanto andar, nos olvidamos de los detalles, las experiencias que nos marcaron. En la marcha, ignoramos los sucesos que nos iluminan y los que nos quitan el aire, inclusive los pasos que dimos los borramos sin más. Y es así, como deje de sentir. Es así como las emociones se fueron, la intensidad y claridad se esfumo. De tanto andar, se me olvido el camino; de tanto ver, no puedo observar lo más brillante; de tanto saber, soy una estúpida ignorante.

    La marcha se hizo eterna, y de ello ya ni la siento. Los días pasan, las emociones son una bolsa de pan añejo guardada para los demás, el vacío se llena cada día, se alimenta de mi indiferencia, de mi apatía,  de mi singular sonrisa blanca como la nada. 

    Y ahora? ahora me revuelco en una tormenta, de esas antiguas, de esas que me hacían sentir viva. Intensa como el mar, que se siente en el más profundo y húmedo lugar de mi cuerpo. Hará eco en mi compleja bóveda gris?, en mi inusual forma de sentir?, en mi extraña visión de mí?. 

    Cómo destruir esa extraña y densa capa que rodea mi ser, que no me deja sentir, cómo sacar afuera las infames y dulces melodías rectas que suenan en mis oídos. Si me inclino por lo correcto romperé el último vestigio de mi exquisita desfachatez, de la poca vergüenza,  de la sabrosa sensación de seguir lo excitante. Cómo saco este eterno letargo que cree en la búsqueda de mi camino, cómo diferencio entre lo normal y lo mejor...

     Lo único que sé, es que no me queda más que sacarme el pudor que he reunido, la vergüenza de la cual me he contagiado, la sensatez que no me lleva a ningún lado y simplemente ser, con todo lo enfermo, brillante y sucio que pueda tener en mi.


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