8/9/10

Lo que perdí

      Las fiestas de día sábado, los cigarros dejados en no sé qué mesa que alguien cogió, un calcetín mientras colgaba ropa, un amor bueno y tres malos, años y años de vida queriendo a alguien que no quería que lo quisieran.

      Un billete de quinientos pesos que dejé en mi bolsillo roto de mi pantalón roto que no perdí pero que boté por viejo, al igual que algunos de mis recuerdos, que no sólo por viejo boté sino por tristes y amargos. Un aro rectangular con un “mono” egipcio, mi preferido. También perdí la vergüenza (y me di cuenta cuando mis amigas se sonrojaban en mi lugar cuando decía algo inapropiado), perdí a mi mascota Mandy, una perrita encantadora que me dejaba morderla cuando yo tenía 4 o 5 años (me daba nervios igual que mi sobrino cuando era guagua) y a un chico que me gustaba pero que nunca llamé por tímida.

      Recuerdo  que perdí el recuerdo de mi madre activa, trabajando o cocinándonos, pero gané muchos valiosos momentos mientras estuvo mal y gané a la vez a un padre preocupado y cercano. Mientras iba perdiendo luchas personales ganaba fuerzas. Mientras ellas (las amigas que nunca lo fueron) me quitaban alegrías, espacio y tranquilidad, yo ganaba carácter y tenacidad (y también gané a mejores personas mientras ellas me jodían).

       Me acuerdo también un día que perdí la fe, fue un día largo y oscuro, desolador. No sabía que pensar, no entendía nada. Me senté triste frente al espejo, me contemplé, sonreí y lloré, lloré y me sentí mejor, había encontrado en esa imagen lo que bastaba para volver a encontrar la fe.