Y debo decir que confío plenamente en la casualidad
de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte,
y que si lo hiciera, no lo conseguiría.
Rayuela
Julio Cortázar
Tres cero tres.
Doblando por Miraflores hacia Santo Domingo, aún se encuentra a pocas cuadras mi stencil favorito: “Quién es este tipo” reza la imagen acompañada de una figura masculina.
Quién se iba a imaginar que él también lo vería. Sin ningún motivo, sin compartir mis gustos, mis afanes musicales, llamara su atención e incluso guardara su imagen para la posteridad.
Y es en eso que observando esa foto, fue cuando lo recordé.
El día pasó, siesta, amiga en la puerta y nubes de humo.
Nada más efímero que su recuerdo volvió a pasar frente a mí. Mientras conversábamos todo parecía dirigirse a él. Instaurado el tema y con la libertad de sentirme resuelta, lo recordé con cariño, recordé sus historias… una a una pasaban y se hacían incluso graciosas.
Sentadas afuera, viendo los autos pasar, el último recuerdo regreso: despidiéndose con una sonrisa y un beso en la frente, bromeando sobre su partida… me vi mirándolo con ojos de amor e inundada de ese proyecto romántico que nunca fue.
-Ocho, ocho años después.
Y al terminar de pronunciar esas palabras, fue cuando deje de ver su rostro, ese que acabada de recordar. Ya no existe, ni tampoco existe esa yo.
-Ocho… dieciséis…
Sonaban en mi cabeza como un mar golpeando con sus olas la frágil orilla.
Los números, los malditos números que marcan la vida.
Los primeros tres bastante difícil se me hicieron. A los cinco,el fuego ya estaba consumido, pero seguía ardiéndome.
Los seis y siete pasaron sin notarlo, nunca volvió a serimportante hasta ahora.
-Ocho…
Me pregunte varias veces por qué llamaba mi atención, por qué tanto pensamiento. Hasta ahora, hasta este minuto que veo que todo es una singular coincidencia.
Dicen que debe pasar un año, en las mejores condiciones, para que alguien pueda olvidar un amor.
Pero qué pasa con una pasión. Qué debe pasar para que se convierta en cenizas.
-Ocho…
Nuevamente retumba en mi cabeza y me deja pegada a su eco, y es en esa misma introspección que encuentro la respuesta…
-Ocho, ocho años debieron pasar, para que el fuego apagado dejara de arder en mi piel y por fin ya no molestara.
¿Quién es este tipo?, Ahora simplemente no me lo pregunto…
Ahora solo arde en mi piel la presencia de él, de los últimostres.