Llegaste letal, punzante y dolorosa, de forma abrupta y mordaz. Te negamos, te odiamos, te aceptamos pero aun sigues doliendo, sigues hiriendo. Ya la vida se hizo tuya, nuestras vidas tomadas por tus manos quemantes, arrasaste con mis sueños, con mis suspiros, con la fe que me movía cada mañana.
Me quitaste la inocencia, la dulzura de una madre que te cuida, la belleza de sentirse protegida, la calidez de un refugio propio y duradero.
Qué más quieres, qué más pretendes, te has llevado todo, cada gota de mi energía, cada día de su vida, cada esquema cotidiano, cada cena, cada atisbo de dignidad.
No aceptas una tregua, no descansas, vuelves cada vez más gigante y monstruosa, más dolorosa y severa.